A más de uno sorprendió que Leo Messi se fuera a comer un asado a un restaurant en el barrio de Palermo, de los más visitados de la ciudad de Buenos Aires, como si fuera un terrenal más. De hecho, la mayoría de la gente coincidió en que le parecía extraño y loco que Leo, por más vestido de civil, pudiese cenar con tranquilidad sin ser abordado por los presentes en la zona. A eso hizo referencia Lionel Scaloni en conferencia, quien explicó en pocas y profundas palabras por qué Messi decidió exponerse de tal forma.
“Leo, aunque sea el mejor de todos, también necesita ver que su gente lo quiere y que pasa todo lo que pasa cuando él viene acá. Es hermoso, le quedará para siempre”, sintetizó Scaloni. Y es tal cual. Messi peleó mucho por este presente, refundó el significado de la palabra resiliencia en pos de recibir reconocimiento y cariño, quería barro, quería sentir que no puede caminar porque la gente lo quiere tocar, abrazar, besar. Quería vivir lo que pocos rompedores de utopías suelen querer. Sabía perfectamente a lo que se expondría, y fue más a eso que a comer un asado.
Algún día hará mención a su plan de ir a comer un asado en pleno barrio de Palermo, pero a la libre interpretación, es esperable que Leo vaya a recordar esa noche como especial, por haber conseguido lo que fue a buscar, por habérselo ganado habiendo puesto el pecho tantas veces y sin preguntar. El público argentino es exitista, como la mayoría de los públicos, pero este es especial y él, con su insistencia, templanza nivel Balón de Oro y seguridad, transformó a millones desde el ejemplo.
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