Por primera vez en la historia de la Copa Libertadores, que se juega desde 1960, un equipo llega a la final sin haber ganado un solo partido de eliminación directa, es decir, desde octavos de final en adelante. Lo logró Boca, que como dicta la broma futbolera del momento, está a un empate de ser campeón de América por séptima vez en su historia cuando se mida con Fluminense en el Maracaná, el próximo 4 de noviembre, a la espera de lograr algo que no consigue desde 2007 cuando en suelo brasileño venciera a Gremio.
Boca, desde octavos de final en adelante, no ganó ningún partido y marcó apenas tres goles. Pero claro, hizo uso de su arma letal que no era convertir, sino evitar. Sergio Romero fue el responsable absoluto de que el equipo de Almirón esté en la final ya que atajó un mínimo de dos penales en cada definición y se convirtió en uno de los jugadores más importantes y decisivos del ciclo actual: “A Chiquito lo amamos”, decía Cavani tras la consagración.
Octavos, cuartos, y semis
Contra Nacional en octavos de final, fue empate sin goles como visitante. Luego, en La Bombonera, 2-2 y definición por penales. Ante Racing, en cuartos de final, fueron dos igualdades sin goles y victoria desde los doce pasos. Contra Palmeiras en semifinales, empate sin goles en Buenos Aires y 1-1 en San Pablo, para luego pasar por penales. Ahora, contra Fluminense, en caso de igualar en los 90′, habrá un alargue…